Archivo Español de Arte 97 (388)
ISSN-L: 0004-0428, eISSN: 1988-8511
https://doi.org/10.3989/aearte.2024.1493

Santiago Alcolea Blanch (Barcelona, 1951-2024)

 
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 Santiago Alcolea Branch (cortesía del autor).

Santiago Alcolea Blanch, historiador del arte, fotógrafo y director de la Fundació Institut Amatller d’Art Hispànic durante los últimos 40 años, nació en Barcelona el 5 de febrero de 1951 y murió en la misma ciudad el pasado 10 de agosto de 2024, rodeado de su familia. Una complicación pulmonar asociada al tratamiento de un cáncer que combatía desde hace tiempo apagó finalmente la vida de Santi, que –sin darse por aludido– continuó avanzando proyectos desde su ordenador portátil hasta el último día. Hijo de los también historiadores del arte Santiago Alcolea Gil y Montserrat Blanch Almuzara, la trayectoria de Alcolea Blanch está íntima y familiarmente ligada con el Institut Amatller, al que su madre estuvo vinculada a través de la fototeca del Arxiu Mas desde 1941, y su padre como miembro y patrono de la institución a partir de 1946. Alcolea “hijo” hizo sus estudios primarios en la Escuela Suiza de Barcelona, y más adelante completó una estancia de dos años en el Atlantic College de Gales donde cursó el bachillerato. El aprendizaje de idiomas y los profundos valores de este selecto college asentaron su carácter abierto y cosmopolita antes de regresar a Barcelona. Allí frecuentó entre 1970 y 1972 un taller de restauración donde adquirió un conocimiento técnico de los procesos artísticos, y en 1975 se licenció en Historia del Arte por la Universitat de Barcelona, aunque desde el año anterior colaboraba ya con Josep Gudiol en el Institut Amatller. De esta forma, quien había sido mentor de sus padres se convirtió a la vez en su maestro, y con él trabajó codo con codo mientras ocupaba los cargos de secretario (1977), y finalmente de director del Institut (1984) tras la jubilación de Gudiol. Estas tempranas responsabilidades propiciarían de algún modo el abandono de su carrera académica, que concluyó prematuramente con una tesina dedicada al escultor contemporáneo Josep Maria Subirachs (1978), mientras su proyecto de tesis sobre Pedro Berruguete, que iba a ser dirigida por Alfonso Pérez Sánchez –en quien siempre encontró un firme apoyo– quedó inacabado. Con todo, Alcolea mantuvo una estimable y variada actividad investigadora a lo largo de su carrera.

Tras publicar diversos artículos en las revistas Goya, D’Art o en el Boletín del Museo e Instituto “Camón Aznar”, el historiador escribió en 1985 una pequeña monografía sobre El pintor Bernat Martorell, a la que siguió el fundamental volumen Pintura Gótica Catalana en Ediciones Polígrafa, firmado en 1986 junto a Gudiol, que había fallecido el año anterior. Con esta misma editorial, ya en solitario, publicó en 1991 un gran libro sobre El Museo del Prado, reeditado en múltiples ocasiones y traducido a varios idiomas. Siempre atento a las innovaciones técnicas, Alcolea otorgaba un inmenso valor a la fotografía y al tratamiento de imágenes digital como forma de entrar en las obras a un nivel inasequible para el ojo humano, haciendo uso de estas herramientas en muchos de sus trabajos. También dedicó una singular atención a la figura de Francisco de Goya, aunque una de sus aportaciones más interesantes: “Aníbal, máscaras y anamorfosis en el Cuaderno italiano de Goya”, acabó apareciendo en 1998 como publicación digital del Institut Amatller tras no haber sido aceptada –de forma incomprensible– por una importante revista. La posición de independencia que le aseguraba su trabajo en la Amatller facilitó que Alcolea abordara con absoluto rigor y valentía sus investigaciones. Este es el caso de su primer estudio sobre el pintor Mariano Fortuny –por el que sentía verdadera devoción–, que fue publicado en dos partes en Archivo Español de Arte bajo el título “Fortuny: puntualizaciones al catálogo de una exposición” (números 249 y 252, de 1990). En él desgranaba con precisión los argumentos que le llevaban a refutar ciertas atribuciones realizadas en la muestra Fortuny. 1838-1874, organizada por la Fundació Caixa de Pensions en 1989. Sin embargo, su intento por reivindicar en un ámbito científico la obra genuina del pintor fue malinterpretada como una supuesta vulneración del derecho al honor que sorprendentemente llegó a judicializarse, aunque el asunto finalizó sin consecuencia alguna. Lejos de arredrarse por este desafortunado episodio, las aportaciones de Alcolea al estudio de Fortuny ganaron en intensidad y originalidad a través de los años, destacando las dedicadas a las repeticiones de sus pinturas de género, a su modelado cromático, y ya en los últimos años a la comparación de sus avances pictóricos con aquellos desarrollados por los pintores impresionistas. También es suyo el compendio biográfico más completo sobre el artista, incluido en el catálogo de la exposición Fortuny (1838-1874) celebrada en el Museo del Prado en 2017-2018. Lamentablemente, el tantas veces requerido especialista no ha llegado a tiempo de participar en las actividades por el 150 aniversario de la muerte del pintor reusense (1874-2024), donde tenía previsto desempeñar un importante papel.

En relación a su trabajo en el Institut Amatller, la actividad realizada durante la dirección de Alcolea Blanch se ha desarrollado en varios ejes: de una parte, la digitalización de los fondos fotográficos históricos de esta institución privada, proceso que avanza lentamente conforme a sus recursos propios; de otra, la incorporación de nuevos fondos de obras de arte fotografiadas por el propio Alcolea en multitud de campañas y sesiones individuales a lo largo de los años, y que se materializan en cerca de 57.000 negativos en soporte físico realizados entre 1979 y 2004 y algunas decenas de miles de imágenes más recientes en formato digital, que cubren ámbitos poco fotografiados, fondos de colecciones privadas, etc. El total de esta ingente cantidad de recursos para la historia del arte será en un futuro puesto a disposición de los usuarios a través de una base de datos accesible en internet, proyecto al que Alcolea estuvo especialmente dedicado en los meses previos a su fallecimiento. Asimismo, bajo su dirección se han realizado importantes avances en el estudio y divulgación de la historia de la familia Amatller, así como de las colecciones fotográficas del Institut, a través de publicaciones y exposiciones. Entre 2010 y 2014 el historiador estuvo intensamente involucrado en los trabajos que desembocaron en la musealización y apertura a visitas de la Casa Amatller –sede del Institut en el Passeig de Gràcia–, edificio diseñado en 1900 por el arquitecto Puig i Cadafalch. En el ámbito internacional, Alcolea fue uno de los promotores de la asociación RIHA, constituida en 1998 por algunas de las más prestigiosas instituciones de investigación de Europa y Estados Unidos –incluido el Institut Amatller–, donde ocupó diversos cargos en su junta directiva. Además, fue invitado frecuentemente a dar charlas y conferencias sobre sus diferentes campos de investigación tanto en España como en el extranjero, a escribir textos para catálogos de exposiciones, y ante todo colaboró generosamente con especialistas de todo el mundo, proporcionándoles consejo, información, y materiales fotográficos.

Al margen de su templanza y buen carácter, Alcolea fue un hombre comprometido y de fuertes convicciones, y no dudó en mostrar su solidaridad con las causas que consideraba justas en momentos políticos convulsos. Buen conversador y paciente escuchador, su otra gran pasión, además del arte, fue el mar, que navegaba en Calella de Palafrugell cada vez que tenía ocasión montado en alguno de los kayaks que construyó hábilmente con sus manos. En esto, como en todas sus actividades, fue metódico y preciso. Su debilidad por Fortuny le llevó a realizar largos viajes para fotografiar solamente una o dos de sus obras, y en ocasiones pasaba noches enteras –a museo o exposición cerrados– captando exhaustivamente detalles concretos, pinceladas sueltas, tratando de desentrañar a través de la fotografía los secretos de un virtuosismo inaprensible. Deja Alcolea un enorme vacío en el Institut Amatller y entre sus amigos y colegas, consternados ante una desaparición –quizá ingenuamente– inesperada. Lo cierto es que su pasión vital y su deslumbrante capacidad de trabajo venían a desmentirla.