Archivo Español de Arte 97 (387)
ISSN-L: 0004-0428, eISSN: 1988-8511
https://doi.org/10.3989/aearte.2024.1467

Suzanne Valadon. Una epopeya moderna Barcelona: Museo Nacional de Arte de Catalunya, 19-04-2024 a 01-09-2024

 

Los museos catalanes y españoles se han sumado muy lentamente al estudio, conservación y divulgación del patrimonio artístico de las mujeres artistas. Aunque, como dicen, más vale tarde que nunca y mejor que quejarse es celebrar propuestas expositivas temporales pensadas con sana ambición y exigencia de rigurosidad, es decir, proyectos que ofrecen una ocasión digna para contemplar obra de artistas mujeres y divulgar imágenes y reflexiones que transforman la concepción tradicional de la historia del arte. En este sentido, la exposición Suzanne Valadon. Una epopeya moderna, organizada por el Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC), el Centre Pompidou-Metz y el Musée d’Arts de Nantes, cumple esta encomiable labor.

La exposición cuenta con un total de 109 obras, la mayor parte pinturas, dibujos y grabados de la pintora, procedentes en su mayoría del Centre Pompidou-Metz, donde se originó y realizó la primera versión Suzanne Valadon. Un monde à soi el año pasado. Una muestra que viajó adaptada al Musée d’Arts de Nantes (03/10/23-18/02/24) y ahora recala en una nueva versión en el MNAC de Barcelona. Sus comisarios, Eduard Vallès, jefe de colecciones del MNAC, y Philip Dennis Cate, comisario independiente, han trabajado en una primera exposición antológica en España de la pintora que originalmente se llamaba Marie-Clémentine Valadon, (1865-1938), con el objetivo de destacarla como una de las artistas “más relevantes de la pintura francesa de finales del XIX y principios del XX”.

El argumento que abre las puertas principales de las salas del Museu Nacional d’Art de Catalunya a esta artista francesa y le da especial carácter al discurso expositivo es la posibilidad que la figura de Valadon ofrece para profundizar sobre los inicios de la modernidad artística, mostrando aspectos del ecosistema de relaciones personales y profesionales que se formó en la fecunda marginalidad de la bohemia parisina. Momento histórico protagonizado también por conocidos artistas catalanes como Santiago Rusiñol, Ramon Casas y Miquel Utrillo, de quienes el MNAC tiene fondos importantes, algunos de los cuales forman parte de esta exposición. Precisamente, la relación sentimental de Suzanne Valadon con el periodista y pintor catalán Miquel Utrillo, quien reconoció la paternidad del hijo de Valadon, el también pintor, Maurice Utrillo, ofrece pasillo central al guion que se desarrolla en las salas.

La propuesta expositiva no sigue un clásico orden cronológico, pero sí propone desarrollarse a través de momentos biográficos de la vida de Suzanne Valadon para introducirnos en el París de principios de siglo xx. En este sentido, destaca una elaborada museografía que ofrece ampliaciones gigantes de fotografías enmarcadas como cuadros que cubren paredes enteras: escenas panorámicas de los lugares míticos donde ella y tantos artistas vivieron y pintaron (Montmartre, boulevard Clichy, plaza Pigalle, Moulin de la Gallete, etc.). Así mismo, el recorrido por las salas integra, desde el inicio, numerosas obras de los artistas catalanes citados y de algunos otros, además de los franceses Degas, Matisse y Toulouse-Lautrec. Presencias justificadas por el papel que cada uno tuvo en sus relaciones con Suzanne Valadon, quien inicialmente fue modelo de algunos de ellos y después se convirtió en artista reconocida en sus círculos.

La narrativa curatorial se divide en seis ámbitos y algunos apartados de orden conceptual. Al inicio, se nos introduce al contexto urbano: “El Montmartre de Valadon” y a las actividades de sus coetáneos, concretamente a uno de los poco conocidos espectáculos de la cultura popular, “Sombras chinescas”, donde ella fue modelo de algunos carteles. “La figura femenina y la cultura de masas” es un ámbito que aporta material para el análisis de la representación femenina en el periodo de la modernidad. Otros capítulos inciden en destacar los sesgos de la mirada patriarcal que Valadon tuvo que confrontar: “La guerra de los siete años” (el tiempo que Utrillo tardó en acceder a reconocer la paternidad de Maurice), “La Terrible María” (sobrenombre que le daba Degas indicando su fuerte carácter) o la “La leyenda de Suzanne y Erik”. Esta última se despliega en una sala entera donde se sitúa un instrumento musical y se escucha la composición vanguardista Vexations (c. 1893) que el compositor Erik Satie escribió después de la ruptura de la relación de seis meses con la pintora.

Los ámbitos más interesantes son los que, finalmente, reúnen el núcleo de la obra de Valadon: “La conquista del desnudo” y “El retrato y la complicidad femenina”, además de sus autorretratos que aparecen a lo largo de toda la exposición y son leídos como una de las estrategias de Valadon de “recuperación de la propia imagen”. Aunque se hace esperar, la exposición nos confronta con las obras que han representado el núcleo de los estudios y debates historiográficos más fecundos de la bibliografía feminista sobre la obra de Valadon (ensayos imperdibles de Patricia Mathews, Rosemary Betterton y Eunice Lipton): la individualización y agencia de sus modelos en la concepción del desnudo femenino pintado, su aproximación a la intimidad del cuerpo de la mujer en la pubertad, el retrato de familia, las relaciones entre mujeres, el atrevimiento con el desnudo integral de la propia artista y el desnudo masculino en la pintura alegórica Adán y Eva, las modificaciones sobre los populares temas orientalistas y primitivistas y su concepción de la alteridad a través de la modelo racializada. En estas cuestiones y otras, la exposición, aunque señala algunos temas, se queda corta, con muchas cosas en el tintero que desarrolla un poco más en el catálogo.

A través de la obra de Valadon emerge una fotografía de la historia artística de la época más atenta a las complejidades sociales, y, sobre todo, del papel que tuvieron los ejes interseccionales de clase, género y raza que atraviesan la vida, los temas y los valores históricos y artísticos de la pintura de Valadon, pero también de sus contemporáneos varones. El relato incide en tener presentes las vicisitudes y decisiones de una mujer que, determinada desde su nacimiento por la jerarquía de clase social baja y las discriminaciones como mujer naturalizadas en la sociedad burguesa del XIX, se desplaza de su destino a través principalmente de su fuerte vocación de pintora, que le permite negociar estrategias —no exentas de contradicciones— para conducir su vida y su obra.

El problema principal del discurso es, a nuestro parecer, el excesivo énfasis en mostrar la trayectoria de Valadon como una “epopeya”, es decir, como un itinerario individual contra viento y marea y, finalmente, exitoso, en función de la narrativa liberal del éxito profesional inscrita en el relato del arte moderno. Celebramos que la exposición ofrezca la posibilidad de contemplar la obra de Valadon en el entramado de relaciones sociales y artísticas. Pero, precisamente, ¿dónde están las obras de sus coetáneas? Mujeres artistas que, como Valadon, y desde otras circunstancias, también se abrían camino en el masculinizado mundo del arte profesional del momento, tratando temas similares (Émilie Charmy, Jacqueline Marval, Alice Halicka, Marevna). En este sentido, en la galería de personajes con los que interactúa Valadon, echamos en falta a la galerista Berthe Weil fundamental a partir de 1913.

La exposición se abre de una manera muy interesante: la pintura de Valadon: El futuro revelado o La tiradora de cartas (1912) que nos ofrece su talento artístico y la potencia de un tema de época tratado por la autora de manera original. La carta que centra la composición, la reina de diamantes, indica lo que está en juego, en su pintura y en la exposición: la posibilidad de agencia de las mujeres en cada uno de los azarosos juegos que barajan la libertad con las circunstancias sociales, determinismos y jerarquías de poder de cada época. La muestra finaliza con la magnífica obra La habitación azul (1923), una innegable declaración de principios de Valadon sobre las ganancias de su apuesta. Una imagen que hoy en día sigue impactando y seduce a las sensibilidades contemporáneas occidentales. Cierran el recorrido expositivo una ampliada fotografía de su estudio y el retrato fotográfico de una Suzanne Valadon ya mayor junto a sus perros, posando delante de Marie Coca y su hija Gilberte (nieta de Valadon), de 1913, una de las obras que echamos en falta en la muestra (recientemente en la exposición Maestras comisariada por Rocío de la Villa en el Museo Thyssen-Bornemisza). Dos imágenes que sugieren seguir pensando en lo que se nos ha contado y en lo que hemos vivido en esta exposición.