Archivo Español de Arte 97, 385
enero-marzo 2024, 1343
ISSN-L: 0004-0428, eISSN: 1988-8511
https://doi.org/10.3989/aearte.2024.1343
RECENSIÓN / BOOK REVIEW

Javier Boned Purkiss

Universidad de Málaga

https://orcid.org/0000-0002-8042-1782

Sambricio, Carlos (ed.). La cultura arquitectónica en los años de la Transición. Sevilla: Editorial Universidad de Sevilla, 2022, 389 pp. [ISBN: 978-84-472-2418-0].

La cultura arquitectónica en los años de la Transición se nos presenta como un trabajo fundamental para el entendimiento de la arquitectura española y su evolución a partir de la segunda mitad del pasado siglo. Carlos Sambricio, tanto desde su labor como editor, reuniendo en el volumen un buen número de colaboraciones, como desde su propio texto introductorio, nos hace reflexionar sobre cómo la arquitectura y el urbanismo se fueron desarrollando paralelamente a los cambios sociales, políticos y culturales que tuvieron lugar en España tras largos años de dictadura franquista.

El libro resulta penetrante y riguroso, por su voluntad de desentrañar la vasta panorámica cultural que fue conformando el pensamiento sobre la arquitectura y la ciudad en los años de la transición política hacia la democracia. Paisaje que se iba revelando a través de la progresiva aparición de innovadores planteamientos teóricos e institucionales, desde finales de los años sesenta hasta principios de los ochenta.

Precisamente una idea de “transición” arquitectónica y urbana, nos explica Sambricio, que comenzó a desplegarse ya desde los años cincuenta, empezando a entenderse las obras de arquitectura como un “hecho social”, frente a la crítica formalista tradicional. En los años sesenta se crearon las gerencias de urbanismo y se empezó a considerar la idea de construcción de la ciudad, cuestionando la existente.

Este nivel crítico que había comenzado su andadura en Madrid y Barcelona en los años cincuenta (a través de las Sesiones de Crítica de Arquitectura y del Grupo R, respectivamente) evolucionó en los años sesenta, como nos ilustra en su colaboración Raúl Martínez Martínez, con la aparición de los Pequeños Congresos sobre arquitectura española, que se fueron celebrando en Madrid, Barcelona, Córdoba, Tarragona, Segovia, Toledo, Oporto, Lisboa o Vitoria. El final de estos congresos, en 1968, marcó ya una cierta integración del país en el debate internacional.

En los años setenta se produjo el debate fundamental, centrado en la importancia del tipo en arquitectura, así como la reconsideración del término “ciudad” como configurador de una nueva realidad urbana. El capítulo de Alejandro Valdivieso destaca la importancia del Seminario Internacional de Arquitectura de Compostela, que desde 1976 a 1980 comenzó a evidenciar la adscripción de los arquitectos españoles a las diferentes tendencias arquitectónicas, imponiéndose una influyente cultura, la italiana, que hizo patente la crisis de la modernidad y sus vanguardias. Las figuras de Aldo Rossi y del movimiento de la Tendenza marcaron el núcleo de los debates, como se había anunciado en las Semanas de Arquitectura de San Sebastián (1973, 1974 y 1976) en las que se recuperó la independencia disciplinar de la arquitectura, como superación de los paradigmas de la modernidad.

El capítulo de Julio Garnica explica la influencia de la Tendenza y de Aldo Rossi en Cataluña, y Víctor Pérez Escolano, análogamente, su incidencia en la arquitectura sevillana y en una generación relevante de arquitectos andaluces.

Esta conciencia de pertenecer a un ciclo histórico de “después del Movimiento Moderno” se estaba produciendo, como comenta Joaquim Moreno en su trabajo, en las ediciones de la Bienal de Venecia (1974, 1976 y 1977), siendo en la revista española Arquitecturas Bis donde mejor se reflejó esta situación, con las participaciones de Rosa Regás, Rafael Moneo, Manuel de Solá-Morales, Oriol Bohigas, Tomás Llorens, Helio Piñón, Lluis Doménech o Federico Correa.

Por su parte, el trabajo de Eduardo Prieto se centra en el Symposium de Castelldefels de 1972, en el que se estableció el debate semiótico, la posible relevancia de la arquitectura considerada como sistema de signos. Como nos aclara de nuevo Sambricio, la cultura arquitectónica europea se debatía entre consideraciones “lingüísticas”, impulsadas por los Five Architects desde América (explicadas convenientemente por Silvia Colmenares en su capítulo), y la idea de “pervivencia de la ciudad histórica, el valor de la trama y la necesidad de estudiar la morfología de la ciudad”.

Cabe destacar la importancia que desde 1969 representó el historiador Manfredo Tafuri, destacando la necesidad de indagar en la historia de forma científica. De su consideración de la “historia como crítica, de la necesidad de una actitud filológica y de su influencia en la cultura arquitectónica española” nos da cumplida cuenta Josep M. Rovira en su capítulo. Esta reflexión sobre la consideración de la historia y su decisiva confluencia en las intervenciones patrimoniales propició un nuevo carácter interpretativo de la arquitectura, la ciudad y el proyecto arquitectónico, soportada a este respecto en la importante figura de Ignasi de Solá-Morales, como nos relata Ángel Martínez García-Posada en su capítulo.

En cuanto a la importancia de la producción editorial, en la década de los setenta el número de publicaciones sobre la arquitectura y el urbanismo creció de forma más que notable, como nos ilustra en su capítulo Ricardo Sánchez Lampreave, y no solo en Madrid y Barcelona, sino en todo el territorio nacional. De Nueva Forma a Arquitecturas Bis, pasando por Quaderns d´Arquitectura i Urbanisme, Jano Arquitectura, 2C y Carrer de la Ciutat, (estas dos últimas comentadas específicamente por Carolina B. García Estévez) hasta eclosionar a principios de los años ochenta con El Croquis, A&V Monografías de Arquitectura y Vivienda, Aldaba, Boletín Académico, Ciudades o Geometría, entre otras muchas. Surgieron asimismo un buen número de colecciones editoriales, como la Colección Arquitectura y Crítica, la Biblioteca de Arquitectura (ambas de Gustavo Gili), la Editorial Cátedra o Hermann Blume, entre otras. Todo ello comentado en el capítulo firmado por Salvador Guerrero, en el que además se hace constar la importancia de los historiadores del arte (Bonet Correa, Sambricio, Estrella de Diego, Juan Antonio Ramírez, Simón Marchán) así como la renovación intelectual propiciada por figuras tan relevantes como Víctor Pérez Escolano, Ignasi de Solá-Morales, Josep Quetglas, Vicente Lleó o Juan José Lahuerta, entre otros.

La crítica arquitectónica en Madrid merece especial mención en el trabajo de Luis Rojo de Castro, en el que se explica cómo Antón Capitel lideró una generación que tomó el relevo de Fullaondo y Fernández Alba en cuanto a su estudio de los valores de la forma arquitectónica, derivándolo hacia la composición y la historia como herramientas para el análisis crítico. Por su parte, Carmen Díez Medina centra su capítulo en la trascendental figura de Rafael Moneo, quien, tras sus primeras obras, alcanzó en el Museo Romano de Mérida (1978-1984) una de las más altas cotas de la arquitectura española, en su consideración internacional.

Destaca el trabajo de Jorge Torres Cueco en torno a la labor desarrollada en Barcelona por Oriol Bohigas, en una clara intención de extraer de la historia de la arquitectura catalana los valores para el desarrollo de una nueva realidad.

Por último, una serie de capítulos firmados por Antonio Font Arellano, María Rubert de Ventós, Eulalia Gómez-Escoda, Javier Monclús y José Seguí Pérez dibujan con precisión el panorama de la cultura urbanística, revisando los planteamientos teóricos e ideológicos que se fueron imponiendo durante el lento desplome del régimen franquista y la aparición de la democracia. Especial mención tiene la creación del Laboratorio de Urbanismo de Barcelona en 1969, y que liderado por Manuel de Solá-Morales desde el ámbito académico de la Escuela de Arquitectura, se abrió como un espacio de discusión sobre la ciudad y la construcción de un bagaje científico ligado a la cultura urbanística.

Finalmente, Raúl Castellanos Gómez e Iñaki Ábalos comentan en sendos capítulos la labor desarrollada en los años de la Transición por las Escuela de Arquitectura de Madrid y Barcelona.

En definitiva, este libro arroja una mirada trascendental sobre el desarrollo de la nueva cultura arquitectónica y urbanística en España en los años de la Transición. Una cultura que propició la búsqueda de un nuevo modo de vida, iniciada en los años cincuenta y sesenta, y que alcanzó su cima en la década de los setenta. Como apostilla Carlos Sambricio “este debate cultural pierde vigor en los años ochenta, fomentándose, a partir de 1985, una cultura basada más en la creación que en el análisis”.